Romina Gisela Quiroga pide ayuda a gritos. Ya no sabe a quién acudir. Lo hizo público en las redes. Y ahora, en los medios de comunicación. Necesita no sentirse tan sola. Necesita ser salvada. Y su relato, sus palabras, son de los que nos dejan boquiabiertos.

“Estoy pasando por una situación mala”, comienza el relato, sentada en su hogar y le da lugar a una historia de golpes físicos, violencia verbal, insultos y miedo.

Romina Gisela Quiroga es víctima de violencia de género y según asegura, no consigue que la ayuden. Todos le esquivan la mirada. Inclusive, tiene denuncias y órdenes de restricción, pero nada pasa…

Según cuenta, estuvo ocho años casada con un hombre y durante ese tiempo, se prologaron -y hasta profundizaron- los malos tratos, los golpes de puño, y el maltrato verbal.

“Me corrió a la calle muchísimas veces con mis hijos, yo bajaba la cabeza y me iba; me corría sin ropa, sin nada; cuando nos íbamos, nos íbamos a la casa de mi mamá, dormíamos en el piso”, cuenta Romina, en un relato que no deja de provocar un nudo en la garganta.

Y los hijos. Cinco pequeños que se encuentran en el medio de esta historia de dolor y que son víctimas de una violencia sin límites. Ellos también piden auxilio. Cada vez que su madre se alista para irse a trabajar, la abrazan, la besan, la retienen, con llantos y con frases desgarradoras: “mamá no te vayas”.

Lo cuenta ella misma, en primera persona, con un nudo en la garganta: “Es horrible irme a trabajar y que mi hijo me agarre del cuello y me diga que no me vaya”.

Romina pide nada más y nada menos que salir a la calle tranquila, que alguien vele por la vida de sus hijos, que alguien los cuide.

El 13 de julio fue una fecha clave: él decidió irse del hogar que compartían, pero no terminó allí. Según relata Romina, él siguió yendo cada madrugada para saber dónde estaba ella y qué estaba haciendo.

Una noche, según cuenta, lo dejó entrar en el medio de la desesperación con el fin de robarle las llaves de la casa. “Y eso fue lo peor que pude hacer”, reconoce y se arrepiente la mujer, en medio de tanto dolor.

“Vino y me rompió la puerta, me llevó la poca plata que había en la casa, estuvimos muchos días sin comer con mis hijos”.

Romina está a cargo de cinco hijos, dos de los cuales son hijos del hombre; tienen tan sólo 7 y 3 años.

Actualmente, Romina trabaja en un restaurant de la ciudad desde las 19 horas y hasta 2 de la madrugada aproximadamente; cobra 300 pesos por día.

“Para lo único que me alcanza es para la comida de mis hijos”, dice Romina.

Finalmente, en su relato desgarrador, expresa: “no quiero plata, quiero vivir tranquila con mis hijos; necesito que alguien haga algo, no tengo plata para pagar un abogado y quiero salir a la calle tranquila. Temo por mi vida y por la de mis hijos”.

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