España 3 Australia 0
23 de junio. Curitiba.
13:00
Esperó tanto, que ganó cuando no servía ni el triunfo. Así es España hoy. Atrasa y no termina de acomodarse. De todas maneras ya de nada le sirve sentirse cómodo, porque las valijas están armadas y se vuelven al Viejo Mundo, con el fracaso en el lomo. España cerró un Mundial para olvidar con un triunfo honroso ante Australia. No había ningún motivo para sonreír antes de tomar vacaciones anticipadas. Todo lo contrario. La nostalgia embargó a la selección en el adiós de Villa, gran protagonista en Curitiba. Marcó un gol y se marchó llorando. Fue la imagen que mejor representó el dolor de la eliminación. El final de una etapa gloriosa que ya no volverá.
Australia salió mejor. Para ellos era la oportunidad de irse a casa con un premio. Los ‘aussies’ llegaban alentados por la grada, que pedía más madera. «Eliminado, eliminado» se cantada en un Baixada Arena a medio hacer con España deshecha, de negro y de luto. No parecía ni España. Sólo una sombra del pasado. Ya no brillaba la estrella. Sólo el amarillo brillante de las camisetas. Tres distintas en tres partidos. Irreconocibles. Sonaban los olés pero eran para Australia. España estaba acabando desnuda, como Torres en la banda, aunque en apariencia llegaba fuerte.
España tardó 23 minutos en crear algo de peligro. Fue en un remate de Jordi Alba tras un taconazo de Villa. A los 36′, Juanfran llegó hasta línea de fondo por la derecha y asistió a Villa, que marcó. Su gol número 59 lo celebró besándose repetidas veces el escudo. Orgulloso, emocionado y rabioso. Hasta nueve veces. Una por cada gol en sus doce partidos en los Mundiales. Fue la reivindicación de un pasado irrepetible que también evocó Iniesta con su pase a Juanfran y el posterior a Cazorla en otra buena jugada de España al filo del descanso. Retazos de lo que queda de la España del tiki-taka. La que enamoraba a todos.
Para el último partido, Del Bosque optó por poner a Xabi Alonso y así evitar suspicacias. Xavi, tal y como anunció, calentó banquillo. Igual que el díscolo Cesc Fábregas, que entró en el 68′ por Cazorla. Fue la mejor manera que encontró el seleccionador para quitarle hierro a la bronca del otro día.
A los 69′, Iniesta regaló el segundo a Torres con un pase excelso para que el Niño batiese por bajo a Ryan con una definición correcta.A los 82′, Cesc puso en bandeja el tercero a Mata, siempre dispuesto a aprovechar sus escasas oportunidades. Australia había caído en las redes de España.
Era un trofeo menor y simbólico para España, acostumbrada estos años a la caza mayor. Pero es lo que tenía que hacer La Roja antes de volverse de Brasil. Ganar su último partido y hacer propósito de enmienda. Que no se vuelva a repetir.