Una corredora neozelandesa y otra estadounidense se tropezaron en la clasificación de 5.000 metros. Lejos de pensar en sí mismas, se ayudaron y terminaron últimas. En reconocimiento a sus valores la organización las habilitó para competir en la final.
En una carrera que ganó con autoridad la etíope Almaz Ayana, se cayeron al suelo la neozelandesa Hamblin y la estadounidense D’Agostino al chocar la primera con otra competidora y llevarse en su caída a la norteamericana.
En vez de recriminarse o de seguir la carrera para tratar de llegar a la final, D’Agostino se quedó a ayudar a Hamblin, quien la había tirado en una acción fortuita, y la levantó antes de continuar.
Pero D’Agostino tenía un dolor insoportable en su rodilla y se tiró de nuevo al suelo, porque no podía seguir. Hamblin, que sí estaba en condiciones de continuar, le devolvió la gentileza y la ayudó, preocupándose por su estado, al mismo tiempo que la animó a seguir corriendo para terminar la competencia.
Hamblin entró penúltima, más de minuto y medio después que Ayana, la ganadora, mientras que D’Agostino, que cruzó la meta con síntomas de dolor, fue última.
Con la decisión de los organizadores, las dos atletas, si están en condiciones físicas, podrán disputar la final en el estadio olímpico de Río de Janeiro.
Tras finalizar la prueba, ambas deportistas se fundieron en un abrazo final, que puso a los espectadores de pie.